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BP: BAJO PRESIÓN

Otro vertido, una gran marea negra, aves y peces sin vida, voluntarios, ecologistas, responsabilidades… La situación se está complicando en el golfo de México. British Petroleum está tratando de frenar ese horrible vertido de 5000 toneladas diarias de metano y oro negro. Oro negro, por supuesto, porque le pese a quien le pese, es el líquido que mueve el mundo.

Es muy sencillo atacar a las compañías petrolíferas, incluso yo lo he hecho alguna vez. El motivo es la manera en la que se representan en la mente: como corporaciones deshumanizadas, algo semejante a Weyland Yutani, aquella compañía para la cual Ripley era sacrificable. Cuando hay una fuga, medio planeta se echa encima de ellas, atacando el sistema de transporte de crudo, el precio de los barriles o la gestión de los vertidos. Sin embargo, todas esas personas cuando se dirigen a una estación de servicio llenan sus depósitos con ese preciado líquido refinado que huele tan bien. No esperan sorpresas, no se paran a pensar lo importante que es ese fluido para sus vidas y tampoco reflexionan sobre las consecuencias que generaría una hipotética falta de suministro. Al pagar con la tarjeta y obtener sus puntos no piensan en pecios monocasco, el prestige o la blanca Alaska teñida de negro.

Estoy realizando un profundo seguimiento de la catástrofe, el formato global que se ha apoderado de nuestras vidas lo hace posible. Y también BP, destacaría la transparencia de la multinacional proporcionado a través de su página web un streaming que refleja, en tiempo real, las tareas del control del vertido. También hay un seguimiento de notas de prensa oficiales y lo más reseñable: nada más entrar en su site te topas con un link especial sobre el suceso. No lo esconden.

Pero además de comunicar, están utilizando todos lo medios posibles. Tras el fracaso del sellado con lodo, están concentrando sus esfuerzos en sellar la tubería dañada con una válvula de contención. 22.000 empleados desplazados hasta la zona, 1300 buques diseminados por el golfo y 274.000 barriles oleoacuáticos recogidos de la superficie son cifras que dan fe de la magnitud de la operación. El esfuerzo ha sido infructuoso hasta la fecha, no obstante, conviene recordar la dificultad que conllevan los trabajos en las profundidades marinas mezclados con los nervios y la urgencia. Mucha suerte BP, y gracias por defenderte con palabras, hechos y transparencia.

Diego Celma Herrando

Imagen: minnpost

EL ENGAÑO DE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA

Los inicios de la Responsabilidad Social Corporativa (R.S.C.) se sitúan en la década de los setenta, pero su mayor expansión aconteció a finales del siglo XX. El Pacto Global de la ONU es el organismo internacional que regula sus principales directrices.

 La aplicación de la RSC atañe a ámbitos importantísimos de la empresa como son la gestión ambiental, la relación con el entorno social y algunos aspectos económicos.

Sobre el papel, las grandes multinacionales de sectores polémicos como la energía nuclear, la industria petroquímica o las constructoras llevan muchos años desarrollando mejores sistemas de gestión para sus recursos humanos y para minimizar los efectos perniciosos en el medio ambiente. La realidad es diferente.

 En teoría, habría que destacar que el Protocolo de Kyoto ha afectado a la producción de las grandes industrias. En la práctica, este gran “compromiso” es una manera más de promocionar la imbecilidad humana hacía el universo exterior.

Según lo acordado, cada país tiene un límite de contaminación; para evitar disputas, se dividió el pastel de emisiones según variables económicas. Los países desarrollados pensaron…si yo puedo contaminar 5x y esa nación de indígenas contamina 0,5x, yo le compro a ellos el 1,5x restante de su parte. Lógico. Otros como EE.UU., que se liquida el 25% de la producción mundial de combustible fósil, se han meado en el Protocolo y se han borrado después de una entrada simbólica, alegando que China e India contaminan sin ningún control amparándose en su condición de países en desarrollo.

 Somos una verdadera plaga, y con este tipo de actos estamos pidiendo a gritos que el planeta se jubile ya.

 Pero mientras esperamos nuestra sentencia, hay que aprovechar el momento, Carpe Diem, hay que sacar tajada y para ello son necesarios billetes y posibilidades de ocio y negocio. Las empresas están asimilando la fea costumbre de respetar las malas maneras de la competencia para evitar un ataque recíproco que saque a la luz sus propios lodos. Algunos sectores respetan el maltrato al trabajador, otros el maltrato al ecosistema, otros el maltrato a la sociedad. Es un respeto pactado para sacar el mayor beneficio posible.

 Como todos estos datos oscuros no salen a la luz, todas las grandes corporaciones aplican la RSC a la perfección a ojos de la sociedad. El problema viene cuando una catástrofe de gran magnitud no puede ser escondida de los omnipresentes medios de comunicación. Un gran ejemplo fue la catástrofe del Exxon Valdez, un petrolero que tiñó Alaska de carburante y de lágrimas de los esquimales. Una situación sin precedentes que llevó a la empresa a la peor crisis de imagen de toda su historia.

Muchas organizaciones están jugando con fuego, simulando aplicar la sostenibilidad y la responsabilidad social en su día a día, pero cuando llegue el momento de la zozobra se encontrarán indefensos ante una sociedad muy concienciada y no ante aquella caterva de 1989 que creía que el ecologismo era una cosa de locos.

 Diego Celma Herrando

Imagen: aire21