Kentucky Fried Chicken, o actualmente conocido como KFC, es una cadena de comida rápida estadounidense que vamos a poner como ejemplo en el ámbito de Gestión de la imagen.
Desde principios de la década de los 90, cuando esta multinacional comenzó a vender su nueva receta de pollo crujiente, han circulado, primero por el imaginario colectivo y más tarde por la red, rumores horribles acerca de la supuesta carne de pollo con la que comercian.
Y digo supuesta, porque ya ni siquiera quedaba claro que fuera carne de tipo aviar, el hecho que hizo saltar las alarmas fue el cambio de nombre de la marca, que posiblemente no fuera un naming con fines corporativos. La firma en un principio alegó que eliminaban la palabra Fried por sus connotaciones insanas, pero luego han circulado muchos comentarios que defienden que un juzgado de instrucción estadounidense obligó a la marca a quitar la palabra Chicken de su nombre debido a que era de origen diferente y desconocido, a su vez catalogaron esta carne como “no perjudicial”.
Una de las grandes leyendas urbanas que se extendió como la pólvora fueron todo tipo de elucubraciones referidas a la procedencia de la “materia prima”, la más conocida, es la que defiende la conspiranoica idea de que unos científicos subcontratados alteraron genéticamente pollos para que se transformaran en una especie de “estomago viviente” sin ojos, pico, ni patas, ideal para una máquina de hacer picadillo como la de Chicken Run.
Lógicamente, este cuento de ciencia ficción no puede estar fundamentado en la realidad, porque aunque el señor del logotipo de KFC parezca un poco científico, debemos presuponer que la OMS habría intervenido y muchos habrían dado con sus huesos en el estaribel, al menos unos meses.
Aun así, organizaciones como PETA y Animanaturalis han atacado a la corporación por sus supuestos tratos vejatorios hacía los animales en los procesos de crecimiento y sacrificio. Esta mezcla de ONG,s y leyendas urbanas es un cóctel muy peligroso con el que el gabinete de comunicación de KFC ha tenido que lidiar.
Pero si eso no era suficiente, en 2007, una nueva crisis azotó a la compañía y en esta ocasión no a través de las malas lenguas sino a través de los televisores de medio mundo. Unos periodistas filmaron vídeos de un establecimiento o varios (según diversas fuentes) de Nueva York colapsados por una plaga de ratas que campaban a sus anchas por las mesas, suelo y cocina del local.
La marca ante este hecho, que era bastante más objetivo debido a la existencia de pruebas visuales, respondió con celeridad tranquilizando a sus clientes remarcando que se trataba de un hecho aislado debido a unas obras en el sótano y que el restaurante no sería de nuevo reabierto hasta que se pasaran todos los controles de sanidad.
En un primer momento, sus acciones se desplomaron, pero con el tiempo, la marca ha conseguido gestionar bien su imagen evitando una gran crisis. Sus 13.000 establecimientos en 80 países, sus 750.000 trabajadores y sus 20.000.billones de dólares de ganancias anuales hablan por si solos.
Diego Celma Herrando
Imagen: informatodo