La deprimida Alemania de la posguerra languidecía en la década de los 20; todavía sin saberlo, su futuro líder de masas, meditaba y escribía en prisión.
Goebbels, el ministro de propaganda nazi, asesor de imagen y gran amigo de Adolf Hitler fue uno de los artífices de que todo cambiara desde aquella coyuntura tan poco esperanzadora, a la próspera imagen de la Alemania y Berlín, sede organizadora de las olimpiadas de 1936.
Cuando Hitler alcanzó el poder “legítimamente” tras la noche de los cuchillos largos y ya que contaba con muchísimos alemanes que realmente si que apoyaban su visión, Goebbels comenzó a bombardear a su pueblo con cientos de emblemas entre los que destaca la cruz gamada y la “calavera” de la gestapo, los colores rojo, negro y blanco, banderolas, cabalgatas, cine expresionista y mítines enfervorecidos cargados de gestos y colorido.
A esta estrategia comunicativa algunos autores la han denominado “violencia visual” y se basa principalmente en la saturación de impactos para conseguir una sensación en el receptor de mayor grandeza y poder. También utilizó el denominado marketing social con el que apelaba a los sentimientos y al orgullo.
Por el bien de todos, este legendario manipulador no ha encontrado sustituto hasta nuestros días.
Diego Celma Herrando
Imagen: schol wordpress