John Galliano es un tipo envidiable. Corre 10 kilómetros a orillas del Sena durante el amanecer, realiza ejercicios con su entrenador personal y trabaja y vive en París diseñando moda de alta costura. El único inconveniente es que, según las malas lenguas, tiene problemas con el alcohol y, recientemente, esto le ha convertido en un villano para la opinión pública.
A mediados de semana Galliano engrosó las listas del paro cuando Sydney Toledano, el jefe de Dior Couture, decidió suspenderle de sus funciones. El supuesto motivo son ciertas declaraciones y tendencias racistas atribuidas al artista. En diciembre insultó a varios de los comensales de una brassería mandándolos a la cámara de gas y proclamando alabanzas a Hitler.
Dior, marca perteneciente al grupo LVMH: holding del lujo que abarca nombres tan conocidos como Moet & Chandon o Louis Vuitton, contaba con Galliano desde 1997 y, actualmente, le tenía contratado como director artístico de Dior Couture. La firma de moda ha tenido que actuar con rapidez para evitar que su impecable imagen se viera salpicada por un escándalo de este calado.
Para echar más leña al fuego, Natalie Portman, la flamante premiada en la gala de los Oscar por su actuación en Cisne Negro y que, hasta ahora, era una de las personalidades más carismáticas de Christian Dior, ha hecho unas jugosas declaraciones. Dada su confesión judía, “se niega a estar asociada a este señor”.
Mala prensa, demasiadas habladurías y una fuerte presión social han hecho que Dior prescinda de su atlante, un genio de la tijera que tendrá que dar explicaciones ante el mundo de la moda y ante los tribunales.
Diego Celma Herrando
Imagen: stilo